martes, 16 de diciembre de 2008


Me cobijaste en el cielo de tus ojos
me guardaste en tus párpados
para ofrendarnos en los sueños
te sonríes
y me toca la luz de tu sonrisa
soy paz en tus brazos para siempre

morfeo me sueña y abraza mi deseo
es yo misma, soy él
dejando huellas amarillas
en el centro del pecho
semillas de luz
que germinarán
lentamente
dando flores sobre las cabezas
Morfeo me sueña
al tiempo que me arrulla
suspira mi dolor
y goza mi placer
pero no sabe llorar
y se conmueve de mi llanto
me regala la luna
para contemplar a su lado las estrellas
abrasa mi deseo

domingo, 14 de diciembre de 2008

esta noche yo soy


esta noche puedes soñar conmigo
dejarte abrasar por mi deseo
que ascenderá cual serpiente
desde los talones hasta el cabello

quién te dijo que estamos separados

acaso el no vernos
implica disminución
acaso el silencio
es inexistencia

si eres palpable en todo
y todas las personas
refieren tus formas
entonces
Yo Soy
tu nombre
tu sonrisa
tu llanto
soy aquí soy allá
soy en todas partes
esta noche libero los caballos
galopo en el lomo del furor
corro a tu lado

pronuncia mi nombre
que es tu propio nombre
desde el sueño que te ofrezco
toma las últimas gotas de luna
y pídeme lo que quieras

sábado, 6 de diciembre de 2008

CANTOS A ZOE



Del cuento de la hormiga y de la cigarra
tu y yo
tenemos sólo la mitad
tú, oruga indefensa, caerías entre mis tenazas
diez de nosotras seríamos suficientes
te llevaríamos en pedazos
serías nuestro alimento

pero te toco y me arrullas
con una dulzura que no puedo soportar
y no sé si quedarme
sobre tí danzando devota

oruga
cantas sólo para mi cuerpo
no hay quien lo entienda
y es mi perturbación tu arma
te cuido
te mimo
te alimento

mi niña mariposa en huestes
canta tu meditación cautiva
sólo para mí

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Los dragones no duermen
caminan de puntas
virus de los sueños y en los sueños
tormenta rítmica
los dragones cierran la membrana
sin párpados
un trance disfrazado de vigilia
búho con ojos de gato
llueve la tierra y el dragón copulan
protagonizan mis pesadillas
a de ene animal conduciendo la danza
di sol viendo a sus tres consortes
en tres nómadas ciudades superpuestas
al hambre nutriéndose a sí misma

el dragón muerde mis ojeras
con saña de alborada
con sueño envenenado
mis párpados lo llamaban sabían quién era
de pronto en su lomo
cruzaban ríos de aguas negras
repica entre mi propia muerte
y el orgasmo de otro
duplicación del espejo
sueño del sueño
avemaría gárgola vigilante
de las sobras enciende los celos
creciendo entre el adivina no es cierto y como quieras
nunca descansa

en mi pecho tiene su nido

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Devoto de la luz
tratando de salir del sueño
común
avanzo lento
debo dormir sobrevivir a la selva
concentrado me cuelgo
en tu sueño de millones de años
persigo el silencio

confundirme entre lianas
raíces y trepadores
deseando no volver a nacer
trescientos días al año
se cree que duermo por completo

vivo en un mundo tibio
dulce
donde sonríes
luz coronada de cabellos

sesenta y cinco días
dentro del sueño que llaman vida
sorteo la muerte

me nombran perezoso

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Y si no te oigo
quiere decir que no estás
o quiere decir que no te quiero oír
o que quisiera no estar
si paso sin cuidado
sin ver
y si me llevo la telaraña entre la cara y el pelo
y a ti colgando como después de un derrumbe
y la viga de la que cuelgas
es tu propia baba
baba usada pacientemente
baba que espera
baba que devora su origen

sino te he visto
y oigo
que he pisado un torso
con ocho patas

si el destino
decide que no te vea
y en la acción nacida de esto
mil años después me aplastarás
porque no me oíste, no me viste
pasaste sin cuidado
desvelando mi ignorancia


esta es la historia de un dios azul



Esta historia comienza dentro del sueño de uno de los sueños de un Dios azul.
¿Qué si yo conocí esta ciudad?
Yo fui quien soñó el sueño y se olvidó que lo soñaba
Todo se remonta a este caluroso día de mayo, un día en el que respirar duele, con mocos hechos costras dentro de la nariz, detrás de la frente y en el centro de las mejillas, donde respirar profundo arde, como una esponja que retira la humedad del cuerpo en cada exhalación, donde pisar la cantera tiene que ser a ojos cerrados para no insolarse.
Era un día tan caluroso, tan caluroso que no había nariz asomada fuera de los dinteles de las puertas, siquiera una ventana abierta. Los pobres tenderos estaban como zombies, los choferes de los autobuses que no tenían aire acondicionado (o sea, casi todos) eran zombies conduciendo, los que eran conductores violentos ya hacía horas habían chocado o descompuesto sus motores en su ira.
Mi ciudad es vista desde un auto que desciende las curvas altas para llegar al llano, ocupado por una ciudad asfaltada, cables colgando, cantera reflejando el sol, postes por árboles, edificios sin jardines, estacionamientos de autos que antes fueron huertas, supermercados con techos plásticos, tres ficus y trescientos carros. En esta historia que comienza en una ciudad que alguna vez se sabe tuvo cactus
Regresaba con mi mamá de la Sierra Madre Oriental, con un helecho raro, de flores y esporas que brillan en la oscuridad que abrazaban la piedra. Cuando lo encontré estaba rodeado de agua de río y en un montículo elevado, tomando con las raíces, como lo haría un puño, la piedra roma. En el campamento siempre la veía y le platicaba de cómo iba a extrañar el agua y los árboles, la invité a venir conmigo el día de regreso y voló una florecita a mi mano. Por eso viene conmigo en el asiento dentro de una cubeta. No le dí importancia, pero conforme llegamos a la ciudad se yerguen y engrosan sus tallos. En la gasolinera algunas hojitas caen sobre la gasolina y el asfalto. Pobre asfalto, pobre gasolinera, sería la última vez que sería negras.
Llegué a mi casa y la puse en el centro de mi sala, pero empezó a entristecer. Entonces la puse entre las plantas acostumbradas al calor para regarla como sin nada con ellas, cayeron algunas hojas en el proceso y esas hojas las barrí y se fueron al bote de la basura. Aquí el camión de la basura pasa como a las once de la noche, se llevaron la bolsa con las hojitas, quien lo iba a pensar, pero cerrada la bolsa empezó a adherirse en todo el plástico; para cuando llegó esa bolsita al depósito final, era un helecho completo que contagió el plástico cercano hasta llenar el lugar. Un raro caso de una especie amante del petróleo.
En una ciudad tan seca las ventiscas son cosa común, cada bolsa que volaba, cada envoltura, llevaba impregnado un helecho a cuestas, hasta que al cabo de unos cuantos días se veían hermosos brotes verdes y floridos por la carretera y los cables tenían un cable de hierba adicional. A las dos semanas uno podía disfrutar un auténtico camino de hierba, el asfalto había mutado el helecho en un musgo, que con todo atraía insectos y reptiles. Esto dejó de ser simpático cuando las llantas ya no pudieron rodar. Al mes, todas las llantas estaban inutilizadas, eran verdaderos criaderos de flores, la pintura del carro, el volante, la palanca de velocidades, las vestiduras. Las flores y musgo perfumaban los lugares más secos y calientes
Algunos ancianos estaban furiosos y llevaban tijeras o cuchillos y cortaban, raspaban para poder utilizar sus aparatos hechos de plástico. Pero los niños chiquitos, los jóvenes enamorados cortaban flores y las regalaban, las ponían en sus mochilas: las seguían dispersando.
En la escuela, los borradores, los espirales de los cuadernos, los forros de colores, los logos de las escuelas, los tenis deportivos, los plumones de pintarrones, las cortinas, empezaban a llenarse de esa extraña plaga.
Hubo quien invirtió en herbicidas, litros y litros de cloro sobre las plantas enraizadas en el plástico, para que al día siguiente volvieran a brotar. Luego los mismos contenedores eran en verdad invernaderos del helecho florido.
Así de pronto la ciudad de cantera, lucía como una selva.
Una selva que empezó a atraer lluvias, grandes lluvias
monzónicas lluvias
Al cuarto día de lluvia, de los plásticos, el helecho anidó en la cantera…
Yo finjo sorpresa del fenómeno, pues reconozco el helecho en medio de mi patio: madre de la nueva selva.
Y el Dios azul sonríe desde su sueño en forma de un claro cielo

Derecho de Pernada, decadencia del Ius Primae Noctis a la cultura de la violación.

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