lunes, 2 de diciembre de 2019

La escritura autorreflexiva como construcción de una ética de la felicidad para la mujer



(Texto desarrollado como parte del desarrollo de tesis: La mujer y su cuerpo, como propiedad y herramienta, una redefinición política, de la Maestría en Filosofía Contemporánea Aplicada, de la Universidad Autónoma de Querétaro, insertado en los programas de Conacyt)
Imagen: Las tres gracias, Rubens
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En el presente ensayo se analizará la escritura autobiográfica, como un método de autoconocimiento de los intereses personales, que sirvan a la mujer para construir el fundamento ético de las decisiones sobre sí, que le lleven a la experiencia del placer y la felicidad. El análisis se realizará a partir de la ética hedonista desarrollada por Graciela Hierro y de la propuesta del desarrollo intelectual para la libertad de la conciencia de la mujer de Virginia Wolf.


Sócrates ya había usado de la máxima: conócete a ti mismo, como parte de su mayeútica filosófica. Máxima que se encontraba inscrita en el oráculo de Delfos y que invitaba a desarrollar sabiduría.
La ética se conoce y se practica en la experiencia, la memoria colectiva de esas experiencias es lo que va fundamentando el actuar correcto de la sociedad. Desde una perspectiva aristotélica la experiencia personal no hace ética, sino la experiencia guardada en la memoria colectiva que se transmite a través del lenguaje.
      La mujer ha quedado supeditada a ser interpretada por otros, a construirse en beneficio de otros. Varias mujeres fueron educadas y escribieron para sí mismas, especialmente las que tenían acceso a la alfabetización, pero rara vez fueron publicadas, por tratarse de temas domésticos, secundarios a una hegemonía de pensamiento patriarcal. Ya en el ensayo Una habitación propia, Virginia Wolf mencionaba: Quizá lo primero que descubrió la mujer al coger la pluma es que no existía ninguna frase común lista para su uso (Wolf, V. 1929).


La conducta moral asignada a una mujer se recarga en el sacrificio de la mujer encasillada como madre, criadora y cuidadora de otros, no ha sido elegido, sino encaminado desde la niñez. Dejando la valentía y el arrojo al descubrimiento de la vida, a construir su mundo a partir de su libertad para el hombre. El hombre es virtuoso por naturaleza, la virilidad del guerrero fuerte y valiente no está restringida a algunas actividades, pues el mundo le pertenece.
     Desde el utilitarismo clásico no se puede esperar que en la esclavitud nadie sea feliz, o que repercuta en bienestar general. Jonh Mill, gran desarrollador de la libertad como fundamento de la felicidad, ya enunciaba en su análisis sobre el sometimiento de las mujeres:
En la cuestión de las mujeres, todos los miembros de la clase sojuzgada viven en un estado crónico de corrupción o de intimidación, (…) Si algún sistema de privilegio y de servidumbre forzada ha remachado el yugo sobre el cuello que hace doblar, es éste del dominio viril (Mill, J., 1869).
     La palabra del hombre, jefe de familia, es la que ha permeado como el consejo moral a ser obedecido, seguido. Es un juicio que se percibe vigente por el sistema moral y religioso. Pero es una moral trazada a partir de su autonomía, a partir de su experiencia en el mundo público. La libertad y autonomía son virtudes masculinas. Parte de lo que los padres, esposos, abuelos, han diseñado para el cuidado de las mujeres es que obedezca, que la imprudencia, la curiosidad de ir por sus propios deseos es la causa de los males que puedan traerle.
     La libertad física se ha ido logrando a partir del acceso al trabajo y vivir sin depender de un proveedor. Se ha logrado el derecho a la propiedad privada, a la ciudadanía plena al poder ejercer el voto. No hay obligación de contraer matrimonio y es posible el divorcio con la sola voluntad expresa de una sola de las partes.
     El problema de que el varón desde su perspectiva ha idealizado a la mujer en la literatura, en ese eterno femenino inalcanzable, frente al actuar para con ella en su cotidianidad, pues la ha aleccionado desde el púlpito, del señorío del patriarca, la juzga, la somete, o lo intenta contraponiendo la mujer ejemplo y la que no tiene esas cualidades.  La idea de lo que debería conformar simbólicamente, frente a lo que pudiera ser por decisión propia se distancia abismalmente. Virginia Wolf lo explicaba así:
De todo esto emerge un ser muy extraño, mixto. En el terreno de la imaginación, tiene la mayor importancia; en la práctica, es totalmente insignificante. Reina en la poesía de punta a punta de libro; en la historia casi no aparece. En la literatura domina la vida de reyes y conquistadores; de hecho, era la esclava de cualquier joven cuyos padres le ponían a la fuerza un anillo en el dedo. Algunas de las palabras más inspiradas, de los pensamientos más profundos salen en la literatura de sus labios; en la vida real, sabía apenas leer apenas escribir y era propiedad de su marido. (Wolf, V., 1929).
     La moralidad que sigue permeando la conducta y el razonamiento sobre su existencia es sobre las obligaciones en favor de otros, para los otros y la culpa por seguir sus propios intereses. El sacrificio impuesto causa frustración, rencor, una personalidad pasivo agresiva que contagia de sufrimiento a los que por obligación tiene que criar o cuidar.
     Sin embargo conocerse confrontando los cánones dispuestos, sus necesidades, sus experiencias de fracaso, a través del lenguaje escrito un mapa cronológico de su propia evolución, incluso para que otras mujeres aprendan y emprendan su propia experiencia de auto reflexión, auto interpretación de lo ocurrido, integrando como es la naturaleza femenina, la razón y la emotividad provocada.
     El desarrollo de la madurez parte del conocimiento de la experiencia de los deseos que se coloquen como metas de vida, buscar la satisfacción de esas metas trae para concretarlos, sin duda,  dolor y sacrificio asumido voluntariamente, en favor del desarrollo personal.
No hay medio de averiguar lo que un individuo es capaz de hacer sino dejándole que pruebe, y el individuo no puede ser reemplazado por otro individuo en lo que toca a resolver sobre la propia vida, el propio destino y la felicidad propia (Mill, J., 1869).
     Y qué es aquello que la ética diseñada por los varones, no alcanza para la felicidad de la mujer. Pues el salir a trabajar y ser autosuficiente económicamente ha duplicado las labores y reducido el tiempo. La mujer se ha esforzado por méritos académicos, laborales, sociales. Regresa a su casa y con ella a los cuidados domésticos Ahora la habitación propia tiene que ser a costa de robar tiempo al descanso, a las cargas domésticas, al cuidado de los que dependen física o emocionalmente de sus cuidados.
Y si bien las mujeres han desplegado grandes esfuerzos a fin de incrementar su presencia en el espacio público, los hombres en cambio no se han empeñado en la misma medida en asumir sus corresponsabilidades en el espacio privado (Gilligan, C., 2011).
.     Las mujeres nos construimos con otros, por generaciones hemos transmitido cultura y conocimiento que ha pasado del espacio privado al público: la forma de hacer comida, organizar las actividades propias y las que pasan por los afectos. Por más que se pague por los trabajos domésticos, el amor y la solidaridad no son elementos que puedan comprarse. Las autoras que entrelazan lo privado, lo íntimo, lo doméstico dentro de sus escrituras, tienen de contenido de la vida diaria.


     Dentro de las investigaciones psicoafectivas de Carol Gilligan, revela reflexiones de mujeres  sobre su responsabilidad y las emociones que le atraviesan en su razonamiento y su actuar, cita una reflexión de Susan, una doctora ocupada:
Me describiría como una persona entusiasta, apasionada y ligeramente arrogante. Soy una persona con preocupaciones, comprometida, pero ahora mismo estoy muy cansada porque anoche no dormí lo suficiente (Gilligan, C., 2011).
     La mujer integra el sentir  a la razón. El individualismo que separa el yo con los que le rodean, le permite al varón hablar de dos cosas distintas. La mujer integra siempre ambos aspectos en su reflexión. El hombre es más seguro en abandonar una obligación o marchar a la aventura, por  su desconexión en el cuidado de otros. La mujer sin embargo, siempre se refiere a sí misma respecto a sus responsabilidades con los otros, sintiendo extraño hablar de sí misma en sus deseos.


Ya Foucault había mencionado: ¿qué es la ética sino la práctica de la libertad, la práctica reflexionada de la libertad?(Foucault, M., 1984)
     Conocerse a sí mismo, viene de una curiosidad primaria. Donde resignificar la figura de la Eva bíblica, o la Pandora del mito griego, como una filósofas obedeciendo su curiosidad, probando del conocimiento de su propio placer y compartirlo, es permitirse a sí misma la desobediencia del deber ser. El paraíso que le supone la inacción, el desconocimiento de la experiencia, la mantiene en una etapa dependiente de la convalidación de otros que le digan qué hacer. Decidir desobedecer y experimentar el mundo, e interpretar su propia experiencia, la expone al encuentro del mundo adulto, de asumir las consecuencias de sus decisiones, de aprender.
     La mente no puede ser aprisionada, ni se le puede exiliar a una persona de sus propios pensamientos. Es una época privilegiada para la escritura y la lectura, y aunque el analfabetismo exista aún en este país, es considerablemente mayor el acceso a la herramienta de la escritura. Más que en ninguna época, la mujer puede interpretarse a sí misma, alejada tanto de la idealización como de la condena, en una construcción personal. Más que nunca es vigente la consigna de Virginia Wolf:
La literatura está abierta a todos. No te permitiré, por más bedel que seas, que me apartes de la hierba. Cierra con llave tus bibliotecas, si quieres, pero no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.(Wolf, V., 1929)

     La mujer no quiere que se le encasille en una sola forma de desempeñar su vida, si ha de tomar compromiso y sacrificio será porque lo ha elegido. No es solo a partir de un cambio de estructura externo que se podrá lograr la felicidad personal, el camino interno de reflexión sobre lo vivido, por ella misma y por las mujeres de su círculo, así como su significado.
     Graciela Hierro coloca las dos aspiraciones: el de la felicidad personal – egoísta, contrapuesto con el acoplamiento con la comunidad – altruismo, ambos como fuente del placer y búsqueda de la felicidad:
El manifiesto del humanismo (…) glorifica la libertad humana de la persona que se crea a sí misma. La libertad de elección y la dignidad son lo que conforma a cada persona (Hierro,G., 2001).
     La construcción de una ética, centrada en la sensibilidad propia, dirigida a los intereses personales y en relación con los sociales, en un contexto social e histórico. Son los ingredientes de una escritura autobiográfica, que no simplemente narre los hechos, sino la emotividad que acompaña las relaciones con los otros, el reconocimiento responsable y honesto de las decisiones tomadas, las circunstancias, el entorno y por fin, los aprendizajes.

Cualidades autobiográficas

     La pertinencia de la escritura autobiográfica como fuente de autoconocimiento y desarrollo de madurez, desde una ética hedonista, viene a ser el tipo de registro de la experiencia, no de una mujer, sino de las mujeres en general. Ha sido tan importante el rescate de diarios de mujeres del pasado, que las voces de ellas “platican” con las del presente, sus reflexiones intimistas son atemporales, pues se siguen viviendo en la vida doméstica.  Retomo la misma cita que Graciela Hierro (2001) hace de los diarios de Sofía Tolstoi, de 1890:
Estoy tan acostumbrada a no vivir mi vida, si no la vida de Lyova y los niños, que siento el día desperdiciado sino lo he dedicado totalmente a ellos (…) es triste que mi dependencia emocional por el hombre que amo, haya matado tanto de mi energía y habilidad, ciertamente que había mucha energía en mí… (p.135)
     Mucho tiempo ha pasado desde que Simone de Beauvoir escribiera el Segundo Sexo y que se uniera a las marchas feministas solicitando el aborto como derecho femenino. Ella también escribía diarios personales y es por ellos que Jean Paul Sartré le sugirió escribir más de Ella, que lo más interesante que le había leído era a partir de sí misma.
     No siempre los diarios o las recopilaciones personales de autobiografía son posibles de acceder, algunos de ellos han sido rescatados en todo, en parte, para luchar contra la desmemoria de la voz femenina. Ahí es donde se separa el deber ser virtuoso asignado al género, donde conviven los miedos, las decepciones, los pequeños placeres diarios, la convivencia con otros, el cansancio, la esperanza y la evolución hacia la sabiduría personal.
     Cabe mencionar que existen ya los talleres de escritura autobiográfica, como los convocados por instituciones como Demac[1] o Fundación Pedro Domeq, lugares donde se motiva en primera instancia a perder el miedo a la escritura y a desarrollar reflexión de temas de autoconocimiento, a reconocer las enseñanzas recibidas de mujeres y como forma de conciliar los diferentes aspectos de la mujer. La escritura grupal, permite que de inmediato se compartan los contextos y circunstancias personales de las mujeres de un grupo y se aprenda, desde el lenguaje a explicar de manera entendible el suceso o sucesos, emociones surgidas en las vivencias y racionalización de los mismos.      La experiencia personal se colectiviza, se construye integrando el bien personal con el bien colectivo.
     Para que el ejercicio de autoconciencia a través de la escritura devuelva para sí misma la atención y el cuidado que generalmente se le ha impuesto para otros. Se ha de poner como centro la búsqueda del conocimiento de sí, y el placer de reconocerse para sí como fuente de aprendizaje y madurez, en el rescate de uno de los valores espirituales más altos, el principio filosófico clásico: Conócete a ti misma.
     Quien mejor se conoce, mejor puede guiarse, mejor puede cuidarse. La mejor vida, la vida buena, aquella que vale la pena ser vivida porque supone una realización de los propios deberes autoimpuestos, conciliaciones que permiten asumir el sufrimiento elegido, en utilidad para el desarrollo de la mujer y de las personas que le rodean.
     Los temas mínimos de autorreflexión, en búsqueda del conocimiento personal, debieran poder alcanzar  las dimensiones ética, psicosexual, familiar, profesional, esparcimiento, y cualquier otro que dé sentido a la existencia o la oprima.
     En consistencia con lo anterior, las preguntas clásicas de la filosofía y la ética: ¿quién soy?, ¿cuál es mi propósito?, ¿qué es la felicidad?, ¿qué es lo bueno?, adecuadas a la mujer en este contexto moral, cultural, histórico, social, con un sentido reflexivo ético, se replantearían aproximadamente así:
¿Quién soy yo para mí, quién soy para los otros?
¿Qué es mi cuerpo para mí, a través de los años?
¿Qué he aprendido de otras mujeres?
¿Cuál es mi propio placer?
¿Qué estoy dispuesta a sacrificar?
     Es en este sentido, la conjunción de “voces”, construirían de una en una el conocimiento para una ética intersubjetiva de género, entrelazando el sentir y el razonar a partir de la narrativa de su propia existencia. Una forma aproximada de completar la asimetría y reducir la inferioridad impostada en una sociedad patriarcal,  a través del cuestionamiento y la consideración personal del dolor, del placer, del miedo, la angustia, la paz, el enojo y la alegría en momentos concretos, con personas concretas, re significando la voluntad autónoma, la responsabilidad, la prudencia en las relaciones con los otros.


Impresas:
Cortina A. et Martínez E., Ética, Ed. Akal, 2008
Hierro, G, La ética del Placer, UNAM, 2001

Virtuales:
Foucault M., La ética de cuidado de sí, como práctica de libertad, citado el  29/11/2019 de: file://Downloads/2276-Texto%20del%20art%C3%ADculo-7071-1-10-20120726.pdf
Gilligan, C., La resistencia a la injusticia, una ética feminista de cuidado, cuadernos de la Fundación Victor Ilucas, número 30. Citado el 29/11/2019 de: http://www.secpal.com/%5CDocumentos%5CBlog%5Ccuaderno30.pdf
Mill, J., La esclavitud de las Mujeres, 1869. Citado de Cervantes Virtual. Citado el 30/11/2019 de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-esclavitud-femenina--0/html/
Wolf, V., Una habitación propia, 1929. Traducido por Laura Pujol,  Seix Barral, 2008  Citado el 30/11/2019 de: http://biblio3.url.edu.gt/Libros/wilde/habitacion.pdf



[1] Fundada por Amparo Espinosa Rugarcía y Ethel Krauze, como espacio para que las mujeres escribieran de sí mismas conformando ejercicios guiados en una narrativa autobiográfica.


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