jueves, 30 de julio de 2020

Cuarentena

Aislamiento de cuarentena,
o hacer de mi casa una isla que recorro en cincuenta pasos,
o hacer compacta la mañana tarde y noche
desconfigurando las rutinas,
o llevar el homme office al extremo
para desear volver al antes
en que mi casa era el lugar descanso
pero ahora representa mi aprisionamiento
o volver mis conversaciones
por medio de teléfonos y pantallas la regla
y no la excepción para mi trabajo,
mi socialización y mis eventos,
o mi esparcimiento.
Así la verdadera cárcel no es mi casa
sino las pantallas.
Así este aislamiento la tormenta del vaso de agua
está pautada por los largos días de verano
en cuarentena.

miércoles, 15 de julio de 2020

El Fede

Soy el loco que lloriquea en la plaza central. Una vez me llamé Federico, de niño me llamaban Fede.

No me falta de comer, ni con qué cobijarme, siempre me regalan cosas, decenas de desconocidos. No vale la pena cargar las sobras o los obsequios. Los dejo donde los usé la última vez.

Llevo tres años son bañarme, sin hacer amigos, sin un lugar al cual llamar hogar. Si muero no creo que se den cuenta. Solo y apestoso, orinándome sobre mi ropa, masturbándome a medio día, vivo sin preocuparme... porque soy invisible para casi todos, me huelen pero no me miran, no me escuchan. Los saludo al pasar y no me contestan.

Algo pasó, porque de pronto no sale tanta gente a la calle como antes, usan paños en la boca y micas como de astronauta. Me evitan incluso más que antes.

No soy malo, de veras, no tan malo como para atacar a nadie. Pero continuamente me evitan, la otra vez me arrojaron agua con lejía... esa cosa arde. Soy apestoso, pero no hago daño, es más, olvidé cómo llegué aquí, olvidé cuándo me dejó de importar casi todo.

Duermo en la banqueta, mi mugre y mi olor me protegen, son como un superpoder contra las malas intenciones. Pero ayer sentí un dolor en el pecho, como una tristeza, pues me enteré de que estoy loco.
Un niño le dijo a su mamá: --¿está loco ese Señor?
y ella le contestó murmurando: -- a lo mejor sí, solamente estando loco te abandonas para siempre --

Mi respiración se detuvo... pues no sé cuánto tiempo llevo viviendo en esta esquina, se me ha olvidado a dónde podría volver, a lo mejor sí que estoy loco. Y aunque loco, nunca te dañaría. Regrésame el saludo al pasar, para que me sienta menos solo, para que por un instante sea un poco como tú, en algún sentido.

Yo te espero a la misma hora, por si me regalas un segundo. Mírame un segundo, y ya no me harás sentirme solo.

Atentamente
El Fede

Pesadilla

Así como me ven tan relajada, no podrían sospechar que vivo al lado de un acumulador.
Cada que junto la basura para descartarla, él saca su lamparita como investigador de CSI y busca que no se haya quedado elementos valiosos.

Rara vez va algo rescatable, pero eso me baja mucho el ánimo para tirar, descartar, regalar, cosas usadas. Eso me desanima porque la acumulación se convierte eventualmente en desorden.

Mi acumulador es mi hijo de 21 años, que siempre ha desarrollado apego a las cosas, teme perder cosas que le gustan, o simplemente perder el control de los objetos que están en el hogar. Tiene el perpetuo miedo de que lo que salga se pierda para siempre. Tiene síndrome de Asperger, y aunque es funcional, tendrá para siempre rasgos como la acumulación, la clasificación, la repetición, y ciertos temores.

Así, las cosas, el día de antier elegí al menos treinta libros para donar al reclusorio masculino, y mi acumulador comenzó a revisar cada uno de esos libros que jamás le habían interesado y me preguntó porqué no le había dicho de éste libro de Tanatología, o porqué no le había hablado de la novela de Sartré. Sacó también una pequeña hoja de una biblia con nombres y números que supuso eran los teléfonos de Marcos, Juan y los Reyes, cosa que me hizo llegar a la sonora carcajada... le expliqué que así se cita ese libro, con el nombre, capítulo y versículos en cuestión. Al final se quedó un tercio de los libros, de nuevo.

No, definitivamente no tengo mucha libertad para manejar mis cosas. De hecho, cuando lo he realizado a sus espaldas, vienen grandes dramas: reclamos con grandilocuentes escenarios de lo que hubiéramos hecho si las cosas siguieran allí y no las hubiera tirado. Así, que no prefiero ni lo uno ni lo otro.

Mi pesadilla personal es llegar a anciana y que al girar en mi cama, me aplasten todas las cosas acumuladas de años, o que me tropiece rompiéndome en pedacitos, por no haber espacio para moverme en mi andadera. ¿Mi estufa quedará a acaso sepultada por los trastes nuevos y viejos? ¿Encontraré los zapatos a simple vista? Y cuando deje de intentar descartar el exceso, ¿alguien podrá hacer en mi lugar ese movimiento? Me agota angustiarme.

Qué difíciles son las manías de otros, y más cuando esos otros construyen con nosotros los espacios comunes.
15-07-2020

Derecho de Pernada, decadencia del Ius Primae Noctis a la cultura de la violación.

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