Fuente
Ovejuna y el Ius Primae Noctis de la Baja Edad Media
La tan aclamada obra de Lope de Vega sobre la venganza y linchamiento del
comendador Fernando Gómez de Guzmán, en
la baja Edad Media remite a tiempos en que los feudos seguían una línea de
dominio patriarcal, centralizada en la figura de los reyes de Castilla Felipe e
Isabel. Este drama en principio se trata de la denuncia de los abusos de los
comendadores y otros personajes de poder asignados por la realeza.
El poderío del comendero o comendador, era
ilimitado, pues era dueño (derecho de posesión) de tierras y personas, derivado
de los privilegios de conquista por las armas. Sin duda el abuso y el exceso
fueron atributos tolerados en los feudos, pues los siervos estaban destinados a
rendir tributo de cosechas y productos, a obedecer mansamente o a ser
reprendidos con violencia.
Resumen
del drama:
El comendador Fernando Gómez de Guzmán es el
asignado por la corona española para gobernar la villa de Fuente Ovejuna, la
primera escena tiene su visita de otoño en la que recibe el tributo de las
cosechas, semillas, harinas, vino, queso y animales para su merced, así como
los elogios del pueblo. Sin embargo al retirarse, envía a dos de sus soldados a
atrapar a dos jovencitas del pueblo para entretenerse con ellas: Jacinta y
Pascuala, sin embargo ellas se alejan, no sin antes forcejear con los gandules.
Más adelante hay enfrentamientos por la misma causa,
con más mujeres del pueblo. Laurencia, hija del Alcalde fue sorprendida por el
comendador, pero el joven Frondoso que
llevaba tiempo cortejándola, se aparece y la defiende, toma la ballesta del
comendador que había dejado de lado por sujetar a su presa, ambos huyen. El enojo
del comendador es patente, pues se le ha dejado en ridículo y buscará venganza
posteriormente. Otra de las mujeres
Jacinta la trató de defender Mengo, un aldeano gordito y afable, pero él fue
golpeado y ella violada por los soldados y tirada en la fuente donde lavan las
mujeres la ropa.
Posteriormente se realiza la boda entre Laurencia la
hija del alcalde del pueblo don Esteban
y Frondoso, el enamorado que le había defendido con la ballesta, con todo el
pueblo presente. No bien dada la bendición del sacerdote y habiendo entregado
en mano del esposo a la mujer, llegó el comendador con el ejército y reclamó su
derecho de pernada, es decir reclamar el derecho de pasar la primera noche con
la novia antes del marido, además de remarcar la ofensa a su autoridad, toda
vez que el novio lo había querido matar antes con su propia ballesta, también
lo apresa para llevarlo a la horca.
La boda se tornó luto, pues la violación de la mujer
más importante del pueblo había bajado los ánimos, las mujeres lloraban abrazadas
entre sí, los hombres planeaban abandonar el pueblo, pedir ayuda de los reyes,
pedirle respeto al comendador. Pero es hasta que llega la recién casada, llena
de sangre y tierra en el vestido, como señal de su ultraje que la discusión
cambia. Ella habla del deshonor que ha vivido, reclama el descuido de su padre
y de los hombres obedientes, del abandono a sus mujeres a manos de los
poderosos, que la única forma de librarse de este terror es matando al
comendador.
Todos los hombres toman herramientas de labranza
como armas, se les unen las mujeres con palos y herramientas de uso diario y toman el castillo, matan a
los pajes del comendador y en la súplica de piedad de Fernando, la mujer
ultrajada es la primera que le atraviesa con un rastrillo al tirano, pero todo
el pueblo toma parte en su muerte y desmembramiento. Acuerdan que deberán
declarar todos lo mismo, que quien mató al comendador fue todo el pueblo.
Felipe e Isabel, los reyes católicos son avisados
por un sobreviviente del asalto popular, que predispone a los monarcas a buscar al
culpable. Varias mujeres y hombres son torturados para encontrar el nombre del
responsable de la muerte del comendador. Todos responden: fue Fuente Ovejuna,
el pueblo entero lo hizo. Deciden los reyes al final perdonarles la vida y les
permiten que se autogobiernen, pues juran lealtad los pobladores a los monarcas.
La loa final o moraleja es sobre el valor de una mujer y la fuerza del pueblo
para defenderse de la injusticia.
Descripción
del derecho de pernada como uso y costumbre de la alta edad media:
Se llama iconoclasia al acto de destruir símbolos.
El politeísmo y el culto a la madre tierra encarnada en las mujeres era común
entre los pueblos precristianos, que veneraban las potencias de la mujer, su
capacidad de fecundar y sostener la vida. Toda mujer era digna de ser
reverenciada. Las parteras y las abuelas eran personas venerables a quienes se
pedía consejo y curación.
El cambio se debió ante todo a la imposición de
conquista de guerra. Al llegar en una primera oleada la idea patriarcal el
imperio romano y hacer una sujeción de los pueblos, con una tolerancia a sus
costumbres, siempre que incluyeran la veneración y tributo al César. Incluyó en
un primer momento la violación colectiva y sistemática de las mujeres por parte
de los ejércitos romanos. De esta forma se aseguraba una descendencia mestiza,
que sometía a largo plazo los poblados y aldeas suscritas a Roma.
La servidumbre se desarrolló en Europa entre los siglos
V y VII, en respuesta al desmoronamiento del sistema esclavista sobre
el cual se había edificado la economía de la Roma imperial. Fue el
resultado de dos fenómenos relacionados entre sí. Hacia el siglo IV, en
los territorios romanos y en los nuevos Estados germánicos, los terratenientes se
vieron obligados a conceder a los esclavos el derecho a tener
una parcela de tierra y una familia propia, con el fin de contener así
sus rebeliones y evitar su huida al «monte», donde las comunidades de
cimarrones comenzaban a organizarse en los márgenes del Imperio. Al
mismo tiempo, los terratenientes comenzaron a someter a los campesinos libres
quienes, arruinados por la expansión del trabajo esclavo y
luego por las invasiones germánicas, buscaron protección en los señores, aún
al precio de su independencia
(Federici,
2010).
En una segunda oleada de sometimiento político, la
cristianización de Roma se convirtió en una persecución generalizada de
mujeres, en la caza de brujas (y brujos), que lejos de ser un mito se encuentra
registrada en crónicas oficiales.
En Europa, el ataque librado contra
las mujeres justificaba la apropiación de su trabajo por parte de los
hombres y la criminalización de su control sobre la reproducción. Siempre,
el precio de la resistencia era el extermino. Ninguna de las tácticas
desplegadas contra las mujeres europeas y los súbditos coloniales habría
podido tener éxito si no hubieran estado apoyadas por una campaña
de terror. En el caso de las mujeres europeas, la caza de brujas jugó
el papel principal en la construcción de su nueva función social y en
la degradación de su identidad social
(Federici,
2010).
Las cruzadas en Oriente y tribunales de corte inquisidor religioso, se
concentraron en la dominación de los actos de la mujer, negándole todo el
espectro de las actividades públicas, salvo en compañía y en segundo lugar de
su padre, marido o hijo. Se persiguieron conductas de incluso décadas
anteriores contra mujeres relevantes, a fin de aleccionar sobre lo que sería el
orden doméstico y político del mundo cristiano. El imperialismo cristiano
aprovechó los usos y costumbres romanos, salvo que la tolerancia religiosa ya
no tuvo cabida.
La réplica del dominio de los pueblos entonces se
hizo bajo las mismas formas de opresión. El ejercicio del dominio de tierras,
de manera pacífica, es la retribución de los frutos del trabajo de la tierra:
semillas, queso, vino, comida curtida, mermelada, ganado, abrigos. Y el dominio
de las personas a través de la carne, el sexo sometido o tomado a la fuerza de
las mujeres del gusto de los señores (varones) asignados por el poder central
(los reyes asignan condados, marquesinas, encomiendas a personas según sus
lealtades, elevando a sangre real o eliminando el rango, según su voluntad).
La conveniencia de un dios hombre, una jerarquía
sacerdotal de hombres y gobiernos reales generalmente de hombres, asegura que
las mujeres se sometan jerárquicamente a varios gobiernos: al del señor feudal
primero y luego a su tutor (padre o marido), la entrega del padre al marido de
la joven virgen es un encargo de cuidado y tutela de la mujer, a quien le queda
vetada la emancipación económica (no puede manejar su dote sin permiso del
marido), la emancipación física e intelectual (su educación y su estado civil
dependían del permiso o decisión del hombre), la emancipación política (su
ciudadanía, su domicilio dependían del patriarca).
Tomar posesión de la virgen, es probar al mismo
tiempo el fruto de la cosecha y colocar la primera semilla como dueño de los
destinos de los siervos, un acuerdo análogo al mito del Minotauro, en el que la
sangre de las vírgenes calmaba los ánimos de destrucción de todo un pueblo. El
himen roto, la sangre producto de la violación ritual, salvaba de la muerte a
su grupo sometido.
El señor mandaba sobre el trabajo y las relaciones
sociales de las
mujeres, al decidir, por ejemplo, si una viuda debía
casarse nuevamente
y quién debía ser su esposo. En algunas regiones
reivindicaban incluso
el derecho de ius primae noctis —el derecho de
acostarse con la esposa
del siervo en la noche de bodas (Federici,
2010).
Ni siquiera el grupo clerical, antes del siglo XIII
queda de manos limpias en esta práctica, pues el celibato es una obligación
para el sacerdocio hasta el año 1123, en
que el robustecimiento de la Iglesia implicó la acumulación de bienes de
manera centralizada en la jerarquía sacerdotal, pues el nacimiento de bastardos
podría minar su riqueza. Los votos de
pobreza, celibato y obediencia fueron en favor del control y protección del
Papa y los obispos. Aunado a que el celibato era acorde a la pureza exigida
para las mujeres. La presunción obligada del celibato resultó en la doble moral
conocida por siglos, ya que la pederastía y el incesto siempre han sido pecata
minuta y delitos menores.
La prohibición que la Iglesia imponía a los
casamientos y concubinatos de los clérigos estaba motivada,
más que por necesidad alguna de restaurar su reputación, por el deseo de
defender su
propiedad, que estaba amenazada por demasiadas
subdivisiones y por el miedo a que las esposas de los
curas interfirieran excesivamente en las cuestiones del clero
(Federici, 2010).
La población huérfana de su cultura madre y de
quienes podían transmitirla hizo que pudieron quedar a merced del captor. La gente
común, que ni hablaba latín ni podía leer, solo podía aprender del clero. Y
gran parte de lo que creían saber, ideas como el fuego del infierno y el
purgatorio, ni siquiera formaban parte de las Escrituras.
El
Ius Pimae Noctis, no se encuentra en la ley escrita de la Edad Media, su
registro se tiene sin embargo en la prohibición que hiciera Alfonso X en
la segunda mitad del siglo XIII -cosa que no se consigue hasta al menos pasado
un siglo-, el derecho viejo castellano, de matriz goda y localista, por la
novedad europea, el derecho común romano-canónico, enfocan la violación como
delito muy grave, cuya punición pretende reservar para sí el rey como caso de
Corte. E indirectamente se refieren al derecho de pernada cuando fijan en
quinientos sueldos la multa a pagar en caso de que "alguu ome desonrrar
nouho casando ou nouha en dia de voda", ¿qué hombre si no uno poderoso y
con ascendiente sobre los novios puede imponer tal deshonra del día de la boda?
¿No prueba este delito la vigencia en el siglo XIII del ceremonial señorial de
reservarse a sus vasallas la primera noche de bodas? (Barros, 1993).
La indecisión
legislativa denota cierta complicidad a la hora de identificar a los posibles
delincuentes; indeterminación que resta credibilidad a la decisión paralela de
hacer de la "mujer forzada" un caso de Corte (año 1274). En cambio
queda patente que el nuevo derecho no va a favorecer dicha deshonestidad.
Dicha prohibición se hizo gracias a la línea moral
marcada por la abolición de las usanzas del islam que permitía la poligamia,
así los varones tendrían que tener una sola mujer y los sacerdotes y obispos
ser castos y célibes. La Iglesia católica comenzó a uniformizar la virginidad y
castidad antes del matrimonio, monogamia, fidelidad y prohibición del divorcio
para los fieles. Así como la castidad y celibato de sus sacerdotes, monjes y
monjas.
El derecho de posesión de la primera noche (pernada),
no era necesariamente forzado la noche de bodas, bastaba simplemente que el
señor de las tierras se presentara en plena boda para llevarse a la doncella y
regresarla a la mañana siguiente. En cambio, el tomar el cuerpo de las mujeres
en los caminos oscuros, solitarios o secuestrarlas a escondidas, viene a ser la
decadencia de tal derecho de clase, porque supone la doble moral del señor
feudal quien peca a escondidas y lo niega a la luz del día. El símbolo de
posesión sobre el cuerpo de la mujer virgen (o incluso de la mujer casada) es
el privilegio de dueño. La mujer es propiedad del padre o del esposo, pero
antes de ellos es propiedad del señor feudal. Anteponer estas sumisiones a la
mujer sin linaje no solo tenía que ver con el Islam, sino con una suerte de
tomar el botín en revueltas armadas.
Linchamiento
del pueblo, revuelta para hacerse justicia por propia mano
La tan antigua impotencia a los tiranos
todopoderosos se torna en un encendido movimiento del pueblo entero para ponerle
fin. La legitimidad de esta venganza está en el llanto y el reclamo de la mujer
ultrajada, aquella que le quitaron su derecho a elegir a quien dar su
complaciente amor, en cambio se le fue arrebatado violenta y torpemente por el
comendador.
Laurencia está desilusionada por no haber sido
defendida por los hombres del pueblo, está dispuesta a ir por sí misma, la
única manera de recobrar la dignidad es matar a quien ha humillado a sus
mujeres y a sus familias, pues el barbaján nunca se detendrá, a menos que
muera.
La dignidad de las mujeres en la voz de Laurencia es
arquetípica del alma encerrada en una ciega y destructiva obediencia a la
figura del tirano déspota, que representa la decadencia y el abuso del poder
del Comendador Fernando Gómez de Guzmán. Análoga al hilo rojo de Ariadna para
que Teseo haga su parte.
Lo cierto es que estas pequeñas revoluciones de
siervos contras sus señores feudales se dieron a lo largo de los diez siglos de
la edad media:
Hacia finales del siglo XIV, la revuelta del
campesinado contra los terratenientes llegó a ser constante, masiva y, con frecuencia,
armada. Sin
embargo, la fuerza organizativa que los campesinos
demostraron en ese
periodo fue el resultado de un largo conflicto que,
de un modo más o
menos manifiesto, atravesó toda la Edad Media (Federici,
2010).
La dignidad de las mujeres es la dignidad de los
pueblos. Análoga a la tierra que sustenta, se cuida de ellas, la que sostiene
la vida que se siembra en ella, pero tanto el mito bíblico como el
coránico el hombre es el que conquista y
su simiente es sagrada. La descendencia se da a través de la línea paterna, por
lo que se cuida en principio de ellas, para que la genealogía de él sea pura.
Análoga a la tierra conquistada por las armas y sus
pobladores sometidos, la pernada y la violación, son el ejercicio del poder
masculino del dueño, una suerte de demostración del mando. Las mujeres como
territorio y los hombres como los propietarios. El desposamiento coloca en el
matrimonio cristiano a hombre y mujer como iguales en dignidad. La mujer puede
negarse, a aceptar el cortejo o al matrimonio, mientras el varón tiene que ser
insistente, creativo. En este sentido, la servidumbre pone en igualdad a
hombres y mujeres, la mujer suelta o soltera podía decidir, opinar, tener libre
tránsito, aunque por capítulos se le viera en estas situaciones. En esta obra
en particular, Frondoso se convierte en héroe al salvar a la doncella Laurencia
del depredador, es la oportunidad de demostrar la nobleza de sus intenciones.
Las mujeres de la historia, son jóvenes que saben el
carácter depredador del comendador, y que ellas no están dispuestas a estar con
él, por su dignidad, que no quieren perder. Someterse no es algo atractivo para
ellas, se defienden cuando tienen la oportunidad y sus amigos en el campo ven
por ellas. Sin embargo, el orgullo (no el honor) del noble se ve confrontado
con el rechazo, incluso llega a sorprenderse porque no está acostumbrado a que
se le niegue nadie, con armas y soldados las toma por la fuerza, porque ya lo
había decidido, para estos hombres de poder vale lo mismo la seducción que la
caza de la presa, el sometimiento por la fuerza es un aleccionamiento para
mantener con ánimo bajo al poblado.
La boda se vuelve luto, cuando arranca la felicidad
de los jóvenes desposados por el luto de la violación de la dama y la sentencia
de la horca del esposo. La rabia de ella al volver, cambia la resignación del
pueblo y enciende el hartazgo, el deseo de terminar con la humillación.
Cortar la cabeza del tirano es acabar de tajo con el
malestar que les aquejaba. Libres de aquél están dispuestos a defenderse unos a
otros para pedir la misericordia real.
Los reyes les perdonan y además les emancipan de la
tutela de cualquier nuevo comendador, pues dar cuenta de los excesos también
les menoscaba su propia gloria.
El
machismo como la nueva forma de pernada
El lenguaje sexista que permite minusvalorar a la
mujer que tiene relaciones sexuales, en frases condescendientes como: honrada
deberías estar de que me fije en ti, ella es la tonta que se dejó, a mí no se
me va una viva, es un simple eco de esta cultura de despojo de la mujer en su
importancia par. A mayor rechazo, parece que se ensaña la violencia y hasta la
muerte como lección del poder destructor del varón herido en su hombría.
La ambigüedad existente en los procesos de denuncia
de violación, deriva del prejuicio de que la mujer miente o quiere desquitarse
del varón. La violación entre esposos o parientes cercanos son las posiciones
más difíciles de denunciar, pero también de darles credibilidad. En un país en el que diariamente se confirman
30 embarazos infantiles (niñas entre los 12 y 16 años) producto de incesto y de
matrimonios infantiles con hombres que les doblan o triplican la edad. La
contraparte del machismo es la misoginia, al favorecer en criterio a uno de los
géneros, minusvaloramos al otro.
El encubrimiento familiar, institucional y social
que generalmente se da cuando se toleran conductas de acoso de hombres mayores
a mujeres jóvenes, niñas y a adolescentes, pues supone que descubrirlos o
acusarlos abiertamente le hará daño en su reputación. Se coloca en cambio
presión a las mujeres para que se den a respetar y se les culpa si son
envueltas en situaciones de acoso o relaciones desiguales. La desnormalización
de la pederastía es crucial para cambiar el manejo de la igualdad en lo
doméstico y en lo sexual.
Reflexionar sobre esta práctica, es por supuesto
detenerse en el derecho de las mujeres y niñas para vivir una vida libre de
acoso en todos los ámbitos de su vida y proponer maneras de relación paritarias
en el que el consenso mutuo derribe al fin la idea del dominador y la presa.
Bibliografía:
BARROS, C., Rito y violación: derecho
de pernada en la Baja Edad Media, Universidad de Santiago de Compostella, Historia
Social, n° 16, Alcira-Valencia, 1993.
FEDERICI, S., Calibán
y la Bruja, Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de
sueños, 2010.
LOPE de Vega, J. Fuente
Ovejuna. Descargado de Biblioteca gratuita el 04/10/2020 de http://www.ataun.eus/BIBLIOTECAGRATUITA/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Lope%20de%20Vega/Fuenteovejuna.pdf