En una pared de la oficina de Gerardo se hallaba un dibujo infantil, realizado a crayola hacia varios años, se notaba viejo por el color amarillento del papel y que había sido arrugado y desarrugado con cuidado para poderse enmarcar en su momento. Estaba representada una bicicleta, y en la parte trasera del cuadro, oculta a los demás, decía con la letra cursiva: "el verdadero pecado original".
Gerardo Quintero era dueño de una tienda deportiva, y día a dia después de abrir la puerta, antes de la limpieza, sacaba una bicicleta para recargarla en un costado de la tienda "para tentar al pecador", diciéndolo siempre con una sonrisa.
"El pecado original", nombre de la tienda, tenía altas ventas cada año, y en el mes de diciembre regalaba decenas de bicicletas y otros artículos deportivos a niños de escasos recursos. Gerardo participaba personalmente, pues le gustaba buscar en esos niños su propia mirada, su propio deseo infantil realizado.
Este diciembre cumplía su negocio 15 años, y entre la fiesta y la copa, le hicieron la común pregunta, que nadie habia oido su respuesta completa, y que entre versiones y chismes, aun diseminados por el mismo Gerardo, las historias del nombre de la tienda eran todas diferentes, y hasta contradictorias.
La versión que contó esa noche, y se marcó como definitiva fue la siguiente:
Era un niño, deseaba la bicicleta mas que nada en el mundo, supiraba por ella dia a dia, hice un dibujo, lo peguè en la cabecera para consolarme con su imagen. La bicicleta que soñaba se iba convirtiendo en una obsesiòn, se la pedì a Santa Claus, a los Reyes Magos, a la estrella de la mañana, y no la obtuve ese año.
Una tarde de verano, mi madre me enviò por un mandado a la tienda, al llegar, vi recargada una bicicleta, mi bicicleta, me le acerquè timidamente, y le hablè como si fuera una persona, la invitè a pasear y me subì en ella. No lo meditè, simplemente me dirigì a lo alto de cerro con ella para dominar el paisaje. Mi intenciòn nunca fuè robarme algo, yo solo pensaba que estar asi era maravilloso y es lo que siempre habia querido, asi me habia soñado, y vivi mi sueño por horas.
Cuando el sol se puso al atardecer, comencè a regresar a mi casa. Hasta ese momento me detuve a pensar en lo que habia yo hecho, y que no era posible llegar a casa de mis padres con una bicicleta que no me habian comprado ellos. Me detuve en seco, un dolor en el pecho hizo que recargara la bicicleta en un àrbol y comenzara a llorar mi repentina pèrdida.
La breve relaciòn con mi amada tenia y debia terminar para evitar convertir mi sueño en una tragedia o en un crimen... asì pensaba yo de niño, era muy dramàtico, como pueden ver... a partir de allì regresé caminando, con la bicicleta al lado, sosteniendola del manubrio con ambas manos. Caminaba lentamente, haciendo duelo por la renuncia que habia decidido hacer.
Lleguè a la tienda de nuevo, ya era noche, recarguè la bicicleta en el mismo lugar, procurando hacerlo de la manera mas parecida a cuando la encontrè. Me quedè contemplandola, como queriendo sacar una foto de ese momento, y le di una palmada al asiento por ultima vez.
Cuando lleguè a casa no di explicaciòn de donde habia estado ni que habia estado haciendo, recuerdo solo llegar a mi cama, arrancar el dibujo de mi cabecera y arrojarlo al bote de basura de mi recamara. Tal vez me regañaron o me dijeron algo, pero yo no lo recuerdo, esa parte es algo accesorio y ha sido olvidado, quizàs a propósito, de veras no lo sè.
Mi madre, fuè la que rescatò el dibujo, ella me dio una bicicleta propia año y medio despuès, de segunda mano, y el dibujo me lo diò apenas abri la tienda, ella bautizó a la tienda, porque sabia mi amor a las bicicletas, que solo pudo ser derrocado en fidelidad por el amor a la mujer a mis dieciocho años. Pero el pecado original de mi infancia, es este, ahora saben la verdadera historia.
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